Su garganta empezó a latir con vida cerca de su boca y él se sintió atolondrado ante su olor suave y cálido. Trató de controlarse, pero no pudo, ella estaba demasiado cerca, demasiado dispuesta. Los colmillos salieron, de sus fundas.
Luego la besó con el beso agudo, el beso de plata, veloz y verdadero, tan cortante como una cuchilla, y él se impregnó de la calidez de ella. La sintió entrar en su cuerpo, su calidez, dulce calidez...